Todo gran inventor debiera tener uno, cuando no se da el caso excepcional en el que ambas figuras se reúnen en una misma persona. Cuantos buenos inventos hemos visto reflejados de manera poco satisfactoria, desde un prototipo mal hecho pasando por unos acabados espartanos o una estética bien poco cuidada. Aquí no hablo del diseñador como el que busca una solución anticipándose al “porvenir” del italiano disegno o designio que es el espíritu de la invención, sino de aquella contribución visual que genera una grata experiencia en el consumidor, aquí cito este matiz ya que si bien el “diseñador industrial” debe en principio modelizar los productos bajo criterios ergonómicos y funcionales (con un buen trasfondo tecnológico en determinados casos), el “diseño industrial” a efectos de propiedad industrial da protección a la apariencia estética, esto es : su contorno, forma, colores, textura o materiales del mismo o de su ornamentación. A la hora de mostrar nuestro proyecto a un tercero en la práctica resulta imprescindible que al observador le resulte atractivo, incluso en productos cuya función es muy técnica. Después de tanto esfuerzo creativo, investigación y desarrollo postergar esta tarea o incluso obviarla puede hacer que se malogren nuestros objetivos. El prototipo debe ser totalmente funcional, no podemos decirle al cliente “cuidado que como es un prototipo se rompe si lo abres… o luego será metálico…” os anticipo, aunque ya lo sabéis, que el observador es tremendamente crítico por naturaleza y posiblemente minorará las bondades de la invención centrándose en otros aspectos banales por desgracia no resueltos. Así que en el caso del prototipo tanto conceptualmente como en su ejecución: perfección al igual que en casi todo, esto puede marcar la diferencia claramente. Recuerda además proteger tus diseños industriales evitando las copias, servicio como el de diseño en el que te podemos ayudar.

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